No es cierto que sea un recurso escaso, ni que vaya a haber conflictos bélicos por su control, afirma un experto.
Tampoco es verdad que sea mejor embotellada ni que sea necesario beber dos litros diarios.
El auge del ambientalismo y la afición de algunos expertos por los pronósticos catastrofistas -poco verificables en la práctica pero mediática y financieramente muy redituables para quienes los enuncian- han llevado a la casi totalidad del público al convencimiento de que, más temprano que tarde, el planeta se quedará sin agua potable y los terrícolas guerrearán por el control de las escasas reservas disponibles.
Un artículo del Washington Post rebate algunos de estos apotegmas, que cobran fuerza en los medios ante cada sequía anunciada en algún rincón de la Tierra, como si se tratase de fenómenos inéditos en la larga historia de la humanidad.
"El agua parece volverse cada vez más escasa. Pero no lo es. El monto de agua en la Tierra no está cambiando y, como planeta, no estamos en riesgo de quedarnos sin ella", sostiene Charles Fishman, el autor de la nota.
Una de las afirmaciones más erróneas sobre el tema, dice, es aquella que sostiene que el 97,5% de las reservas de agua del planeta no son aptas para consumo humano por tratarse de océanos.
En realidad, explica, diariamente, "el sol, el mar y la evaporación se combinan para crear 45.000 galones (unos 170.000 litros) de agua de lluvia por cada hombre, mujer o niño sobre la Tierra". Mucho más de lo que consumirá cada ser humano.
Otra gran calidad del agua que destaca Fishman es que ésta es reutilizable.
La escasez de agua, sostiene este experto, se debe más a la localización de los asentamientos humanos, al aumento de la población en estos núcleos y al desarrollo económico, ya que, a mayor riqueza, mayor consumo de agua.
La segunda falsa verdad que ataca Fishman es que el agua embotellada es mejor que la de grifo.
Se está refiriendo por supuesto a países y regiones con sistemas fiables de depuración y provisión de agua corriente -que hoy son la mayoría.
Sólo excepcionalmente, por algún disfuncionamiento en el sistema, puede la cañería ser menos fiable que la botella. Y en cuanto al gusto, Fishman asegura que, puesta en el refrigerador, el agua corriente es tan buena como la embotellada.
Tercer mito: la guerra del agua. Se lucha por el petróleo no sólo porque es escaso sino porque es transportable.
"Cuando el petróleo era barato -costaba 30 dólares el barril en un año tan reciente como el 2003-, 10 galones (unos 37 litros) de crudo costaban 7 dólares. Diez galones de agua de la canilla cuestan 3 centavos (en los Estados Undios).
El agua es sencillamente demasiado barata para pelear por ella y es demasiado difícil moverla por el mundo a demanda", dice Fishman.
El hecho de que no vaya a haber escasez de agua no significa que no haya que ahorrar. Especialmente en las ciudades, el servicio tiene un costo en materia de plantas de tratamiento, cañerías, bombas, etcétera, por lo tanto, el agua debe ser economizada.
Al mismo tiempo, si bien es cierto que el creciente confort incremente su uso, la tecnología busca también formas de reducirlo tanto en el ámbito industrial como doméstico.
Finalmente, dice Fishman, también es falso que cada persona necesite 8 vasos (dos litros) de agua por día.
Un consejo ampliamente difundido que, asegura el autor de la nota, no tiene sustento médico. La mejor forma de beber lo necesario es guiarse por la sed.
No es el primero en decirlo. Recientemente, el British Medical Journal publicó un estudio que sostiene que no sólo no es necesario ese nivel de consumo sino que puede ser contraproducente.
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