La industria de la seguridad crece a un ritmo descomunal y proliferan las cámaras de seguridad en las ciudades chinas. Defensores de los derechos civiles temen que se utilizen para sofocar disensos
La vigilancia ofrece oportunidades de inversión extraordinarias en China. La escasez de efectivos policiales, la escalada en los índices de delitos y violencia civil, la amenaza eterna del terrorismo y, sobre todo, el clima de agitación militante que se vive en algunas zonas del país convierten a la seguridad en un atractivo negocio.
La prueba está en las 7 millones de cámaras que, según un relevamiento del diario estadounidense The New York Times, vigilan cada rincón del gigante asiático. Según expertos, se esperan otras 15 millones para 2014.
El avance de la tecnología digital dota a los "ojos" urbanos de una capacidad notable para el control social. El software disponible para video permite localizar a un vehículo entre miles a través de la lectura de su patente.
Las cámaras pueden incluso tomar fotos nítidas del interior de los autos. China ya comenzó, además, a desarrollar sistemas de reconocimiento facial.
No se sabe con precisión cuántas de esas cámaras son controladas por el gobierno. La última referencia oficial fue un anuncio del Ministerio de Seguridad, un año atrás, sobre la instalación de 2,75 millones en espacios públicos de zonas urbanas y rurales.
IMS Research, una firma británica que investiga la industria de la seguridad en China, estima que el 30% de las nuevas cámaras tiene un uso gubernamental, e incluye las instaladas en calles, cárceles, aeropuertos y otros lugares de circulación masiva.
Defensores de los derechos civiles y humanos temen que el boom de la vigilancia por video, combinado con la arbitrariedad que caracteriza a las fuerzas de seguridad chinas, derive en una estructura de control social con fines políticos para sofocar disensos.
Tras la violenta represión a protestas sociales en Tíbet (2008) y Urumqi (2009), las autoridades instalaron cámaras incluso dentro de monasterios y mezquitas.
La colocación de sistemas de filmación en organismos estatales encargados de recibir quejas ciudadanas es otro indicio en ese sentido.
Nada escapa a la mirada del ojo comunista, y menos cuando observa a través de siete millones de cámaras. Fuente: New York Time
La vigilancia ofrece oportunidades de inversión extraordinarias en China. La escasez de efectivos policiales, la escalada en los índices de delitos y violencia civil, la amenaza eterna del terrorismo y, sobre todo, el clima de agitación militante que se vive en algunas zonas del país convierten a la seguridad en un atractivo negocio.
La prueba está en las 7 millones de cámaras que, según un relevamiento del diario estadounidense The New York Times, vigilan cada rincón del gigante asiático. Según expertos, se esperan otras 15 millones para 2014.
El avance de la tecnología digital dota a los "ojos" urbanos de una capacidad notable para el control social. El software disponible para video permite localizar a un vehículo entre miles a través de la lectura de su patente.
Las cámaras pueden incluso tomar fotos nítidas del interior de los autos. China ya comenzó, además, a desarrollar sistemas de reconocimiento facial.
No se sabe con precisión cuántas de esas cámaras son controladas por el gobierno. La última referencia oficial fue un anuncio del Ministerio de Seguridad, un año atrás, sobre la instalación de 2,75 millones en espacios públicos de zonas urbanas y rurales.
IMS Research, una firma británica que investiga la industria de la seguridad en China, estima que el 30% de las nuevas cámaras tiene un uso gubernamental, e incluye las instaladas en calles, cárceles, aeropuertos y otros lugares de circulación masiva.
Defensores de los derechos civiles y humanos temen que el boom de la vigilancia por video, combinado con la arbitrariedad que caracteriza a las fuerzas de seguridad chinas, derive en una estructura de control social con fines políticos para sofocar disensos.
Tras la violenta represión a protestas sociales en Tíbet (2008) y Urumqi (2009), las autoridades instalaron cámaras incluso dentro de monasterios y mezquitas.
La colocación de sistemas de filmación en organismos estatales encargados de recibir quejas ciudadanas es otro indicio en ese sentido.
Nada escapa a la mirada del ojo comunista, y menos cuando observa a través de siete millones de cámaras. Fuente: New York Time
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